C. G.: Ha hablado antes sobre la importancia de escribir bien en su profesión de físico. ¿Cuánto del trabajo de un científico es comunicación, especialmente con no especialistas, por ejemplo, con niños, arquitectos o profesores de Yoga? ¿Deberían conectar más con el público fuera de la academia mediante cafés científicos, libros infantiles, asesorar películas, o es mejor que se queden en el laboratorio?
E. C.: No creo que haya que elegir. La comunicación es muy importante. Compartir el gozo de la ciencia, nuestras perspectivas, descubrimientos, con una audiencia amplia es crucial. Al final, si usted está en Bogotá, en Boulder o Washington la ciencia es costosa y la paga la gente, así que deben saber qué reciben. Parte de lo que obtienen son cosas útiles para curar enfermedades, mejorar la economía, la industria... pero lo que reciben es algo parecido a lo que ofrecen artistas y músicos: una forma distinta de ver el mundo, que puede que no sea su forma de percibirlo, pero puede ser apreciada.
Sé que esto es su enfoque ahora; creo que es inmensamente importante. Ojalá yo lo hiciera mejor, pero no todos deben hacerlo. La verdad, algunos están mejor en sus laboratorios. Y está bien. Hay espacio para todos.
C. G.: Hablemos de inteligencia artificial (IA). ¿La ve como una calculadora sofisticada para la física, un colega que sugiere ideas, o algo que cambiará lo que hace un físico? ¿Podría reemplazar la intuición en esta profesión?
E. C.: Son preguntas maravillosas y mi respuesta más honesta a ellas es: no tengo idea. Es muy temprano. No me interesan mucho las computadoras ni internet; fui el último entre mis amigos en usarlas. Algunos estudiantes me dicen que les ahorra tiempo buscando información, lo cual es útil. En cuanto a ideas nuevas, o que reemplacen nuestra intuición, no sé... encuentro el tema un poco inquietante.
Mis experiencias con IA en el campo de la física es que fueron más inteligentes de lo que esperaba. Las primeras versiones eran increíblemente tontas, pero han mejorado mucho en un año. Así que, quién sabe.
C. G.: Última pregunta, si tuviera que apostar –sin presiones– ¿cuál será el próximo descubrimiento asombroso en física en 10 años?
E. C.: Si realmente va a sorprendernos, es improbable que lo sepamos ahora. Siempre bromeo: si supiera cuál es, estaría trabajando en ello, no contándoselo. No lo sé. Aquí en Los Andes me han preguntado mucho eso, porque quieren saber lo que viene. Estoy cerca del final de mi carrera y tengo el lujo de terminar unos experimentos y luego observar como espectador, lo cual quita mucha presión. Pero, simplemente, no lo sé.
C. G.: Profesor Cornell, muchas gracias por esta entrevista.
E. C.: Ha sido un placer.